AL ANDALUS VII. LOS IMPERIOS BEREBÉRES: ALMORÁVIDES Y
ALMOHADES
Los almorávides eran un pueblo
nómada bereber del norte de África. La historia del movimiento comenzó con la
peregrinación a La Meca de algunos notables de la tribu. De esta forma
conocieron las enseñanzas de un jurista malikí. A partir de entonces extendieron
su dominio desde la nueva capital fundada por Yusuf Ibn Tasufin, Marraquech,
por todo el norte de África.
Como he mencionado en el
capitulo anterior, Yusuf Ibn Tasufin acudió a España en ayuda de Mu’tamid para
hacer frente a los ataques cristianos del norte. Los musulmanes se apuntaron
una victoria, aunque esta victoria no alteró la situación en España, siguió la
debilidad de los musulmanes y su incapacidad para rechazar los avances cristianos.
Así, los almorávides desembarcaron por segunda vez en Algeciras y pusieron
cerco a la fortaleza de Aledo. Finalmente, Tasufin decidió restablecer la
unidad de la sociedad islámica. Ocupó en primer lugar Granada, y posteriormente
cayeron Córdoba, Sevilla, Badajoz, Valencia y Zaragoza, que quedaron
inmediatamente incorporadas al imperio almorávide.
Imperio almorávide
Sin embargo, este imperio no
duró mucho en su cenit, y pronto creció la oposición y descontento popular,
debido a los nuevos avances cristianos, que culminaron en la rebeliones de 1144
y 1145 que supusieron el fin del imperio almorávide.
El fin de la dominación
almorávide en la Península se debe a dos factores esencialmente: la lucha de
clases, la clase dominante arábigo-andaluza estaba perdiendo su poder; y la
toma de conciencia sobre el carácter específico de la religión de al-Andalus y
de su comunidad religiosa.
Tras la caída del imperio almorávide,
se produjo una gran confusión que culminó en la proclamación de los segundos
reinos taifas.]
Segundos reinos de taifas.
El fundador del movimiento
almohade es Ibn Tumart y se basaba en la unicidad y en la defensa de la unidad. Tumart
se autoproclamó mahdí (jefe guiado por la inspiración divina y empezó a ganar
territorios en el norte de África. Debido a la debilidad de la administración
almorávide, los almohades conquistaron su capital Marraquech, lo que supuso el
fin del imperio almorávide. Cuando los almorávides llegaron a la Península en
el año 1145, el poder real estaba en manos de una serie de dirigentes locales y
no fue hasta el 1171 que el nuevo califa trató de fortalecer su poder sobre
al-Andalus.
Pactaron una tregua con los
cristianos por cinco años, durante los cuales la situación permaneció estable y
la dominación almohade se hallaba en su cenit. No obstante, cuando los
cristianos pasaron a la ofensiva, se produjo un cambio en el balance de fuerzas.
En el año 1212, los almohades sufrieron la derrota de Las Navas de Tolosa, lo
que provocó el derrumbamiento del imperio almohade, aunque esto no se hizo
notable hasta el año 1223.
Batalla de Navas de Tolosa
El califa almohade que murió en
1223 no dejó hijos lo que provocó una serie de disputas dinásticas que
terminaron con cualquier posible resistencia a la Reconquista cristiana. En el
norte de África quedaron resto del imperio almohade que finalmente se extinguió
en 1269.
Tras la unión de León y
Castillo, el rey Fernando de Castilla tomó la ofensiva y realizó una serie de
campañas hasta penetrar en el mismo corazón de al-Andalus. En el año 1236
conquistó Córdoba y en el 1248 tomó Sevilla. Para esta fecha, la dominación
árabe había desparecida de la Península excepto por el surgimiento del reino
nazarí de Granada, que aguantó hasta el 1492 gracias a su situación geográfica.
A pesar de ello, la caída del
imperio almohade supuso el fin de la España islámica.
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