MÚSICA
E ISLAM
"La
música es sin duda una de las artes más hermosas que nos lleva a
conocer el sentir de un pueblo, y en la cultura árabe-islámica
constituye junto con la poesía una de las formas de expresión más
importantes de su civilización. El artista árabe encontró en la
música y la poesía esa evasión que le permitiría plasmar el genio
que encerraba en su interior, de ahí que su patrimonio musical sea
una de las más bellas huellas que ha ido dejando a través de su
andadura histórica como un auténtico museo oral. Dentro de este
patrimonio, la música andalusí, dadas sus características, es un
hecho cultural imprescindible para el conocimiento de la civilización
árabo-islámica en su rama hispano-árabe”(CORTES GARCIA,
1996).
El
Islam fue el crisol de un arte musical que fue resultado de
una permanente interacción entre árabes, persas, turcos e hindúes.
La ortodoxia islámica es, en principio, muy reservada en su actitud
hacia la música. La liturgia islámica la ignora. La mayoría de los
teólogos estuvieron francamente contra ella. Solo fue importante
para las órdenes místicas.
Sin
embargo, la música forma parte de la práctica islámica. La primera
práctica musical del Islam fue y es el adan «llamada a la
oración» a cargo del muecín que la realiza en la mezquita antes de
cada oración.
La
segunda música fundamental del Islam en la mezquita es la lectura o
salmodia del Corán, labor encomendada a un solista, el almocrí
(del árabe muqri’) que emplea una profusa ornamentación. Esta
desarrolló la ‘ilm al-qira’a,«ciencia de la recitación».
Otra
muy característica del misticismo islámico, es el dhikr
(recuerdo, memoria, invocación, alabanzas a Dios). El dhikr es la
repetición de alguna palabra laudatoria en exaltación de Dios
acompañada o no de movimientos rítmicos, música y danza. El
polígrafo granadino Ibn al-Jatib en una de sus últimas obras la nos
relata una recepción en la Alhambra, ofrecida por el sultán nazarí
Muhammad V en 1362, durante la fiesta de inauguración de varias de sus salas:"Al acabarse las recitaciones
subió de tono el tumultuoso ruido del dhikr, que rebotaba en unas y
otras paredes, duplicado por el eco de la nueva construcción".
Algunas
órdenes místicas, como la de los Mawiawi (conocidos como la
Orden de los Derviches Giradores), los Derkawas(extendidos por
todo el Norte de África muy particularmente)y otras órdenes sufíes,
dan mucha importancia a la música. El canto de los poemas místicos
y el baile acompañado por instrumentos musicales es una de las bases
de sus métodos de realización espiritual. Los sufíes creían que
podían encontrar en la música el eco eterno de la primera palabra.
PRIMEROS
TIEMPOS DEL ISLAM
En
los primeros tiempos del Islam, la música se consideraba como una
rama de la filosofía y de las matemáticas. En este campo los
creadores y teóricos eran los filósofos. La música desempeñó un
importante papel en la corte de los Omeyas, en Damasco, así como en
la de los Abásidas, en Bagdad. El Califa Harun Al-Rachid y sus
sucesores la protegieron con la misma dedicación que a las ciencias
y a las artes.
Gracias
a las traducciones al árabe de textos griegos, siríacos, persas y
sánscritos, realizadas en la Casa de la Sabiduría de Bagdad, se dan
a conocer las teorías musicales de Pitágoras de Samos (580-500 a.C.
), Aristóteles (384-322 a.C.), etc. La concepción griega de la
música como como «ciencia de la fabricación de melodías» se
difunde por todo el mundo islámico.
LA
MÚSICA EN AL-ANDALUS
Desde
el Oriente, donde se desarrolló, la música entró en al-Andalus.
Según Averroes fue cultivada en Sevilla con mucha pasión. Los
filósofos discutían la estética musical, los efectos de los
sonidos sobre el alma humana y su poder de expresión.
La
historia ha conservado la memoria de numerosos cantantes y
músicos famosos. Mencionemos, sólo como ejemplo, a Abulhasán Ali
ben Nafi conocido por Ziryab o también Pájaro Negro. Fundador de
las distintas tradiciones musicales de la España musulmana, conoció
de memoria más de diez mil canciones e introdujo numerosas reformas
que modificaron profundamente el arte musical de la época.
Los
diversos ritmos y melodías surgidos de la escuela andalusí forjada
por Ziryab, como las zambras, pasarían a América con los moriscos y
se transformarían en danzas como la zamba, el gato, el escondido, el
pericón, la milonga y la chacarera en la Argentina y el Uruguay, la
cueca y la tonada de Chile, las llaneras de Colombia y Venezuela, el
jarabe de México o la guajira y el danzón de Cuba. El mismo tango
tiene origen flamenco, voz que según el eminente andalucista Blas
Infante proviene del árabe fellahmenghu: «campesino
errante».
Asimismo,
enal-Andalus el canto mozárabe había suplantado en las iglesias al
visigodo. Donde es muy grande la influencia de la música andalusí
es en las famosas Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio ,
rey de Castilla y León. Este repertorio de más de 400 canciones
tiene textos en galaico-portugués y presentan la forma de «zéjel».
La mayoría de aquéllas narran milagros de María.
En
cuanto a los instrumentos musicales, los musulmanes habían
sustituido en la Península, y a través de ella en el resto de
Europa, a la exigua variedad y primitivismo de los ya existentes:
cítara, dulcémele (santur), guitarra, laúd, pandero, rabel, timbal
y muchos otros más.
Igualmente,
de estos se derivarían otros que serían fundamentales en la
evolución de la música europea. Por ejemplo, del santur iraní,
surgieron los instrumentos de teclado como el clavicordio o
clavicembalo a partir del siglo XV, y el piano a partir del siglo
XVIII. Esto no significó que el dulcémele o santur pasara de moda
ni mucho menos.
(Santur
iraní)
A
principios del siglo XVIII, el ejecutor alemán Pantaleón
Hebenstreit (1669-1750) estaba arrasando en toda Europa con
interpretaciones virtuosísimas en su sofisticado refinamiento del
dulcémele percutido, y tuvo tanto éxito en París en 1705, que Luis
XIV llamaba a ese instrumento «Pantaleón».
Del
qanún islámico—cítara pulseada que tiene de 50 a 100
cuerdas de metal que el intérprete pulsa o rasguea con plectros
colocados en los dedos de las dos manos—, nacieron instrumentos
como la cítara austríaca (zither) que hizo famosa el notable
compositor e intérprete Anton Karas (1906-1985) con su melodía «El
tercer hombre» (The Third Man, 1949), tema central de la película
homónima.
(qanún)