sábado, 15 de junio de 2013

AL-ANDALUS II: CONQUISTA MUSULMANA Y PROVINCIA DE DAMASCO

AL-ANDALUS II:
LA CONQUISTA MUSULMANA Y LA PROVINCIA DEL CALIFATO DE DAMASCO
La conquista de España fue para los musulmanes una etapa más en su expansión; en menos de cien años aumentaron su imperio por todo el Mediterráneo. Para comprender como fue posible la expansión hay que remontarse a los tiempos de Mahoma, por un lado, y a la debilidad de la España visigoda, por otro.
Mahoma, líder político y religioso, defendía la unidad árabe, pueblo nómada e idólatra, y posteriormente, la unidad musulmana, mediante el concepto de yihad o guerra santa y basándose en el funcionamiento tribal.
Por otro lado, los visigodos no poseían un poder homogéneo en la Península, lo que promovió los conflictos internos, y con ellos la debilidad que permitió un rápido y fácil avance de los musulmanes por toda la Península hasta la capital visigoda,Toledo. El rey no tenía poder, existían fuertes conflictos entre la clase elevada y no se daba importancia del comercio.
Finalmente la conquista llegó de la mano de Tarif y Tariq, encabezados por Musa Ibn Musayr, gobernador del norte de África. La conquista fue rápida y sin encontrar apenas resistencia. Tariq y Musa fueron llamados por el califa de Damasco y el hijo de este último, Abd al-Aziz, fue quién tomó el poder de Al-andalus ampliando su territorio excepto por el norte de la Península. La muerte de Abd al-Aziz puso fin a la fase de conquista y ocupación en la Península, con el establecimiento de una red administrativa apoyado por el poder militar y ejerciendo un gran control sobre el territorio que permitió crear un estado unificado.
El nuevo territorio recibió el nombre de al-Andalus y se convirtió en una provincia más del inmenso Imperio Musulmán que se extendía desde la Península Ibérica hasta el Punjab en la India. (Imagen)
El sistema de gobierno se basaba en la organización tribal, origen de la tradición musulmana, aunque era un sistema bastante débil, con graves problemas en cuanto a la sucesión que conducía a numerosos conflictos sociales. El jefe supremo, poder político y religioso, era el califa, aunque normalmente éste solía relegar ciertos poderes, como el militar o el administrativo. El cargo más importante era el de general del ejército, pues luego solía desembocar en gobernador y administrador de las tierras conquistadas.
Por lo general, los musulmanes respetaban a los miembros de otros grupos religiosos, a los que se denominaban dimmíes (“gentes del libro” o “personas protegidas”). El interés de que estos grupos mantuvieran su religión era exclusivamente económico, puesto que debían pagar un impuesto al Imperio. A pesar de esta “tolerancia” a otros grupos religiosos, dentro de los musulmanes existían ciertas divergencias: los musulmanes se consideraban superiores a los musulmanes no árabes, esto eran en su mayoría bereberes, que habían entrado en la Península junto a los árabes.
Estas desigualdades dieron lugar al descontento social por parte de los musulmanes no árabes, considerado uno de los principales factores de la caída del Imperio. A este hecho hay que sumarle la distancia con la capital Damasco, lo que concedió al territorio de al-Andalus mucha independencia, que, unida a las batallas con los franceses en el norte de la Península, entre las que tuvo gran relevancia la Batalla de Tours, provocaron una fuerte inestabilidad en el territorio andalusí.

De esta manera, Abderramán I, superviviente de la dinastía omeya, que había sido asesinada por los abasíes que ahora gobernaban, aprovechando la situación, envío un emisario a al-Andalus y se proclamó emir, fundando el emirato omeya con capital en Córdoba en el año 756.
 Estatua de Abderramán I en Almuñécar.

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